PROPUESTA CURRICULAR A LA LUZ DEL EVANGELIO

LA EDUCACION CATOLICA Y EL CURRICULO BOLIVARIANO
Mgr. Hugo Guerra


“Cuando la Iglesia aún no tenía templos, ya tenía escuelas”. Esta frase atribuida a Orígenes, uno de los Padres de la Iglesia, nos da la pauta de que, para la Iglesia, tener escuelas es parte de su misión fundamental.

La vinculación de la Iglesia con la educación es una realidad que nace casi con los orígenes de la propia Iglesia. Desde los primeros siglos se estableció un período de educación en la fe llamado catecumenado, cuya misión consistía en provocar un cambio radical de la persona y convertirla a una realidad nueva.

La escuela católica es ministerio confiado a la Iglesia, por lo que en cada diócesis siempre se presta una atención privilegiada a las personas que se están formando, para darles una capacitación desde la fe católica y que así puedan ver con ojos de fe el mundo, las ciencias, las artes.

La Iglesia Católica considera que la educación es un derecho inalienable de todos los seres humanos, y que debe ofrecerla la comunidad de acuerdo a la edad y capacidades de aprendizaje, y debe tener siempre a la persona como fin. Es decir, la formación integral para desarrollar todas las potencialidades del individuo.

El Concilio Vaticano II definió que las características propias de esta educación católica debe estar impregnada de libertad y de caridad, siendo los educandos sujetos activos del proceso. Por otra parte, en la escuela católica hay un rasgo fundamental que la hace singular y única, y es que se busca unir la educación humana con la educación en la fe. Es por eso que la Iglesia invierte tantos recursos en esto, porque se busca la unidad, la integración y el diálogo entre la cultura y la fe cristiana, haciendo también una evangelización de la misma cultura. Esto es tarea vital, ya que nuestra cultura debe seguir siendo evangelizada, pues somos testigos de que nuestras expresiones culturales tienen todavía mucho que no corresponde a la fe en Jesucristo. (Cito como ejemplos, para quien quiera arriesgarse a verlos, las revistas que hoy leen nuestros jóvenes, las formas de diversión que se les ofrecen, los programas de la televisión y el cine actual, todo lo cual está repleto de “antivalores” distanciado del mensaje del Evangelio.)

La educación católica ofrece su visión del mundo desde la fe católica; sin embargo, está abierta a ofrecer esta visión a otras tradiciones cristianas y aun a otras religiones, pues en el respeto en el que se ofrece, se muestra a Jesucristo unido a su Iglesia; no es una imposición, sino una presentación clara, valiente y decidida de la fe, que está al servicio de los creyentes sin excluir a nadie.

Enviar a nuestros hijos a una escuela católica es una de las mejores ayudas que les podemos ofrecer para que, en el futuro, puedan desarrollarse como personas íntegras que, conociendo con fundamento su fe, puedan vivirla con sus consecuencias y también lograr el pleno desarrollo cultural.

La acción educativa de la Iglesia hace posible el ejercicio del derecho de los padres a la educación de sus hijos, según sus convicciones. Por ello, los centros educativos católicos son responsables ante sus propios alumnos y ante sus padres de las enseñanzas y actitudes que imparten. La congruencia de cada colegio católico es fundamental para no defraudar a las familias que confían la educación de sus hijos. Estos centros educativos tienen la obligación de procurar una enseñanza de calidad y de planificar su subsistencia y crecimiento, pero no pueden ser concebidos como una mera actividad lucrativa. El balance positivo de los centros educativos viene otorgado por la calidad humana y profesional que logran en su formación.

El compromiso con el proyecto común de todos sus responsables es un factor esencial para la participación de padres y alumnos en la acción educativa desde el colegio hasta la universidad. Los centros educativos católicos han de presentar el proyecto educativo que expresa el compromiso de todos por educar.

El profesor católico está llamado a ser una auténtica imagen del hombre evangélico. Esto supone cuidar con esmero la apertura de miras en sus propuestas educativas e investigadoras, la actitud de servicio al centro y a sus alumnos, la entrega personal buscando el crecimiento del alumno y la gloria de Dios, el espíritu de fraternidad, solidaridad con todos y la integridad de su vida moral.

El deber de asumir responsabilidades se acrecienta cuando los profesores aceptan las tareas de dirección. Este paso conlleva asumir todos los elementos identificativos de la educación católica y que se expresan sobre todo en la impregnación cristiana del saber y de la cultura que se transmite en la escuela. Es imprescindible superar los riesgos de absorción de las tareas burocráticas a costa de descuidar la formación integral del alumnado.Los alumnos esperan de sus educadores no sólo maestros en su saber y saber enseñar, sino también testigos de una vida de fe en la que pueden encontrar los signos mediante los cuales Dios se hace presente. Las celebraciones litúrgicas y la colaboración con el proyecto pastoral son ocasiones para que el profesor muestre este plus de entrega y de convicción por amor a Cristo y a su Iglesia. La fe complementa a la razón y acrecienta el compromiso por una sociedad más justa en la que impere el amor.

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